No olvido mi niñez en aquél pueblo,
escenario mortecino de posguerra;
espantados mis ojos muy abiertos
no podían comprender el argumento
de la triste actuación de la miseria.
Mi madre servia en bandeja plateada
un sucedáneo muy oscuro y muy caliente,
un café de chicoria o de cebada;
más la bandeja también venía colmada
de su gracia tan sencilla y excelente.
Yo era una niña alégre, extrovertida,
que cansada de mis trajes viejos,
tuve la idea felizmente lograda
de verme en un niño transformada
con un pantaloncillo y corto pelo.
De los chicos fuí lider destacado
de una forma tal vez algo salvaje:
capitán de primera ordenando
en la piola, en el fútbol , escalando
o robando la fruta en los frutales.
En los días de mi santo o cumpleaños
con ramas secas hacía una hoguera grande
y sin temor de causarme daño
sobre las llamas iba saltando
para dar rienda suelta a mi coraje.
Repudio a lo dictadores y poderosos,
pues sin darme cuenta crecí en rebeldía;
en el fondo de mi alma surgió un pozo
que siendo tan seco y espacioso
fuí llenando de amor y fantasía .
viernes, 1 de agosto de 2008
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